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Fracasado, tú.

Este artículo va dedicado a ti, fracasado. Quise escribirte para que todo mundo sepa de tus errores, de las equivocaciones que has cometido, de las que has intentado que nadie más sepa, de esos tiros al arco que no han estado ni un poco cerca.

Bueno, no. Déjame quitarte el protagonismo, no es de ti de quién quiero escribir sino de tus errores. Perdón, me equivoqué. Apúntamelo en la cuenta.

Quiero escribir de las veces que has terminado en el piso por intentar dar ese brinco, de todas y cada una de esas pequeñas decepciones que un día te hicieron bajar la cabeza y caminar mirando al piso. De esas veces que alcanzaste a escuchar cómo se rompía lo que llevas en el pecho. Eso que en su momento te noqueo y te hizo pensar que habías perdido la pelea, pero que hoy al recordarlo entiendes que solamente era un round y que te acaba de provocar una sonrisa o por lo menos un intento de la misma en forma de mueca.

Cuanto valor le hemos quitado al error y que equivocados estamos.

Dime cuántos libros encuentras por ahí de algún valiente que cuente sus anécdotas con el fracaso. Y es que lo que nadie te ha dicho no es sólo que hay que fallar, si no que no se puede vivir sin hacerlo. Hay que fallar como sinónimo de haberlo intentado distinto. Hay que fallar y en qué forma. Hay que hacerlo cómo lo hace Buzz Lightyear, con estilo.

Fallar, con doble ele, aunque con una pueda tener un significado parecido. Nadie ha fallado más que cuando se ha excedido al hablar. A lo mejor por eso, hablar se diga falar en portugués.

Cuéntame cuántas veces te has equivocado y te diré quién eres.

Cuéntame tus historias de mayor fracaso, que de los éxitos ya se encargará la historia.

Fallar tiene su encanto, pero la forma en la que afrontas el fracaso te forma como persona. Déjame poner aquí lo que dicen las letras pequeñas de cada error: trabaja, curiosea e inténtalo otra vez.

La única forma de no fracasar es dejando de estar vivo.

Por eso te hablo a ti perdedor.

Hasta los genios se han equivocado, es más, el primer requisito para ser genio debe ser ese, equivocarse y mucho. Sólo que nadie cuenta esos fracasos.

Permítete el fracaso, las historias de los fracasados que son extremadamente curiosos y tercos, son las que se terminan contando bajo la etiqueta de genialidades.

Esos personajes que nos han pintado como inalcanzables, no lo son tanto.

Por eso te hablo a ti, fracasado y si no lo eres, no sé que están esperando para ir a equivocarte tantas veces como sea posible.

Llénate de fracasos hasta que uno de tus éxitos eclipse todos los intentos anteriores.

Y es que ir coleccionando fracasos también nos acerca al mayor de nuestros éxitos, lo mismo pasa en nuestras relaciones personales, cada vez estás a un ex menos del amor de tu vida.

Por eso este artículo va dedicado a ti, fracasado, apasionado y terco.

Y a esos nuevos fracasos que están por llegar.

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