Ya sé que sólo son palabras. Que ese vacío en el pecho no se llena con frases prefabricadas y que esas lágrimas, no se van a secar si te miento diciéndote que todo pasará.
También sé que por mucho que pretenda consolarte y que busque encontrarle otro sentido a todo lo que pasa, nada va a cambiar. Que decirte que para algo pasan las cosas, es la peor patada en la entre pierna que alguien te podría dar. Y si pretendo darte ánimo con palmaditas en la espalda y diciéndote que esto tenía que pasar para que crecieras, entonces sí, nos dejamos de adornos al decir que es la peor de las putadas, una verdadera patada en los huevos o en los ovarios. Ya está.
Sí, ya sé que esto que escribo puede no servir para nada. Que lo más probable es que en esta línea ya te hayas aburrido, bostezado por tercera vez e incluso hartado de leer lo que tantos te han dicho.
Ya sé que son sólo palabras, pero esta vez no intento consolarte. No quiero que dejes de llorar, ni de sentir ese abismo que se lleva por dentro y que algunos se atreven a llamar tristeza. No pretendo levantarte del suelo ni secarte esas lágrimas que van dejando huella, no ya por donde pasan si no por quién ya no podrá verlas jamás.
No faltará quien te diga lo antes escrito, que por algo pasan las cosas y tú podrás pensar que a este mundo le sobran genios con tremenda conclusión. Que para algo pasan, ojo ahí que seguramente esos son lectores de Paulo Coelho, aléjate lo antes posible, no creo que sea contagioso, pero traen bajo la manga un arsenal de frases que aunque pretendan lo contrario, no harán otra cosa que hundirte cada vez un poco más.
Ya sé que son sólo palabras y aunque no haga falta pedírtelo, déjame ser fiel a esta forma de ser tan terca que siempre me ha caracterizado, llora. Llora todo lo que puedas, llora hasta que se te seque la boca, hasta que te hayas deshidratado, llora hasta que te quedes dormida de tanto hacerlo. Cánsate de llorar, pero no dejes nada adentro. Recuerda que el agua que no se mueve, se estanca y si se estanca se echa a perder. Sácalo, que adentro no hace bien. Llóralo todo, llóralo bien, hasta que de tanto llorar se te escape una sonrisa.
Grita, grita todo lo que puedas, aunque mañana te quedes afónica. Si crees en dios, miéntale la madre, pregúntale lo que tengas que preguntarle, repróchale todo lo reprochable. Y lo que no también. Que de un tiempo para acá, me da por pensar que para eso sirve esa figura tan inservible en tantas otras cosas. Grita hasta que te haga falta el aire o un grito del vecino pida que te calles.
Pégale a la pared, a un saco de box, al colchón, a un cojín. Patea un balón. Desquítate con esos objetos inanimados que no tienen la culpa de nada, pero ayudan a casi todo. Enójate. Deja de escuchar a esos que dicen que la vida es bella, que hay que sonreír, que mires las cosas buenas, que hay mucho por agradecer, que se vayan a la mierda. Que te dejen estar. Esta es tu tristeza y es tan humana como todo lo demás, pero hay que sentirla y sentirla bien y dejarla salir a jugar de vez en cuando para poder estar en paz.
Ya sé que son sólo palabras y que no pretenden otra cosa que contarte que todo lo que sientes, es normal. Que sin la tristeza no se puede vivir con la misma intensidad los momentos de alegría. Que sin el enojo, pierde fuerza la tranquilidad y sin el miedo, pierde valor la valentía.
Ya sé que son sólo palabras y que nunca podrán hacer las veces de un abrazo, pero pretenden que sepas que no estás sola y que nunca lo vas a estar.
Que si quieres un hombro para llorar.
Que si necesitas alguien que escuche sin replicar.
Que si te hace falta un abrazo o alguien para estar en silencio, aquí voy a estar.
Siempre voy a estar.