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Puras malas noticias.

Parece que es todo lo que hay. Que abundan por todos lados, a tal grado que incluso da la impresión que caen del cielo, sobre todo últimamente y eso es lo que conocemos como el clásico, llueve sobre mojado.

Porque hay un montón de cosas con las que nos bombardean todos los días, que si el cambio climático, que la posible tercera guerra mundial, que la situación política en el país, la inseguridad y el desplome de la economía. Entre otras cosas que hasta me cuesta trabajo enumerar o más bien que prefiero no hacerlo con tal de no hacer de este artículo una novela de Stephen King.

Pura malas noticias, sí, ya sé que es porque eso vende. Hemos decidido comprar lo amarillista, lo que nos pone alerta y nos da un poco de tema en la sobremesa. Si no de qué hablamos. Lo que justifica nuestro estrés, que a su vez justifica nuestra existencia y la forma tan ridícula que tenemos de sentirnos vivos.

Puras malas noticias en redes sociales, en las pláticas casuales, en los grupos de whatsapp y a veces, hasta en el núcleo más cercano.

Puras malas noticias y de pronto, tú. Anunciando que vienes en camino y en un abrir y cerrar de ojos, nos cuentas que estás a punto de llegar y las malas noticias se disfrazan de preocupación y miedo, porque tu llegada me hace pensar que no preparé el terreno para tu bienvenida, que todavía falta mucho por barrer en este mundo, que se empieza a notar el polvo que guardamos bajo el tapete, que qué más puedo hacer, que me gana el tiempo y hay mucho que arreglar. Que si todo va a estar bien. Que sí, todo va a estar bien. Me corrige tu mamá.

Porque justo cuando parece que es el peor momento para llegar, es en realidad cuando lo mejor está por pasar, entre otras cosas, tú. Como si fuera poco. Como si no fueras a cambiar el mundo. El nuestro para empezar y con eso, también el de los demás. Igual que el efecto de una bomba nuclear, con la diferencia que esta, en lugar de destruir ha empezado a construir ya.

Lo que otros han elegido consumir para sentirse alertas, nosotros hemos decidido dejarlo atrás y enfocarnos en ti y en la emoción de tu llegada que nos pone los pelos de punta y las ganas de vivir cada vez más y con mayor intensidad.

Estás a nada de llegar y a mí se me hace tarde para conocerte, para empezar a aprender todo lo que me tengas que enseñar. Empezar a crear recuerdos y anécdotas para endulzar algún café de un domingo por la tarde.

Ya sé que parece que el mundo está mal, que cojea tanto que cuesta trabajo ver qué pata es la buena, porque créeme, alguna tiene bien.

A veces me encuentro con las ganas de alguien más, por hacer de este mundo un mejor lugar. Hay gente por ahí derrochando esperanza y algunos incluso, buena fe, la única religión que me da por profesar.

Y es que puede parecer que el mundo no está preparado para ti, pero precisamente por eso, estoy seguro que te necesita.

Tú, ven.

Seguro cuando llegues, encontramos cómo solucionar todo lo demás.

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Una respuesta a “Puras malas noticias.”

  1. Bellísimo, como tu vida misma, como tu ser desde lo más profundo, como seguramente será la vida de Emil, porque el mundo, a pesar y por encima de las malas noticias que, (tienes razón) inundan todo lo que vemos y oímos, tiene muchas más cosas buenas y bellas para disfrutar como un amanecer con el sol brillante que calienta el alma o el frio nublado que nos arrima a cobijar en un café para volar con el vapor a los recuerdos. Y así desde lo superficial a lo profundo, siempre el mundo y la vida es bella; sigan la disfrutando que aún hya mucho mas por delante; como dijiste hace poco, apenas comienza. Te amo.

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