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Hay que ser idiota.

Pero no entendido como lo entiende la gente. No como el imprudente, ni el indolente, mucho menos el que va fingiendo por la vida que es idiota. De esos hay que alejarse lo más lejos posible.  

También hay que tener cuidado de los idiotas que van fingiendo por ahí ser algo que no son, quedando bien con sombrero ajeno. De los idiotas que lo son por falta de ácido fólico, porque son legión.  

Siempre he creído que hay dos tipos de personas en el mundo, los idiotas y los mala leche. Los segundos, seguro que tienen un lugar asegurado dentro del gabinete de esta cuarta transformación. Los primeros, no le imprimen intención a sus actos. Van por ahí escuchando a sus espaldas, mira ese idiota. Porque hay que ser idiota. 

Ese idiota que es consciente de que no sabe nada y por eso lo pregunta todo. El que insiste en crear su propio camino. El que han llamado idiota por creer en él y nada más.  

Hay que ser idiota. De los que se equivocan una y otra y otra vez, o dicho de otra manera, los que lo intentan de todas las maneras habidas y por haber. De esos que dejaron de ver el error como una equivocación, como algo que debe evitarse. Como si todos fuéramos por la vida acertando a la primera. 

Hay que ser idiota. De los que levantan la mano cuando los demás todavía lo están dudando. De los que van. De los que se avientan. De los que se atreven. De esos que quedan pocos.  

Hay que ser idiota. De los que defienden las causas que otros consideran perdidas. De los que ven los obstáculos como escalones.  

Hay que ser de esos idiotas que siempre tienen anécdotas, que terminan contando como historias.  

Hay que ser idiota, aunque sea por llevar la contraria a todos los listillos que van por el mundo queriendo adoctrinar a los demás, diciendo que no lo seas. Minimizando el concepto hasta volverlo un simple adjetivo.   

Hay que ser idiota para atreverse a lo que los demás, los que se autodenominan inteligentes, no se atreverían jamás.  

Hay que ser idiotas, de esos que van, que prueban, que hacen y deshacen en favor de un bien mayor, el de satisfacer su curiosidad. El de intentar algo distinto. De salirse de lo establecido.  

Hay que ser idiota. 

De esos que escuchan que les llaman idiotas.  

Siempre desde atrás.  


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