Perdona que te lo diga así, tan directo, tan frío, tan desde el título, pero creo que es mejor que lo sepas y en una de esas y con suerte hasta lo apliques. Por imposible que parezca.
Te lo digo como consejo, ya sé que nadie me lo pidió, pero es de esos que te digo para escucharlo también yo. De verdad, no te ilusiones. No porque esté mal, sino porque el significado de esta palabra está mal entendido, romantizado y hasta idealizado.
Qué ilusión. Y en el mejor de los casos llega su contra. Porque igual que todo lo demás, ésta tampoco es eterna.
Qué ilusión, ese brillo en los ojos. Esa sonrisa constante, ese subidón de energía sin necesidad de taurina.
Ilusionarte es maquillar la realidad, hacer historias donde no se ha empezado a escribir ni un cuento. Pensar que todo va a salir como lo acabas de imaginar. Conversaciones perfectas, miradas escandalosas, tu película favorita con secuelas infinitas y sin créditos, sin final. El bueno se queda con la chica y el malo recibe su merecido. Porque ilusionarse implica también idealizar e idealizar, es el camino más seguro para darte de boca contra el piso.
Igual que un truco de magia, la ilusión viene de un estimulo externo real, pero es una percepción o interpretación errónea de ese estimulo. Su prejuicio. Pues eso, la ilusión es un truco que inventamos para ver cosas que no existen. Nada por aquí, nada por allá.
Por eso no te ilusiones y si lo haces, espero que tengas conciencia de que eso, algún día, tarde o temprano, se acabará.
De verdad, no lo hagas. Igual que la Coca-Cola tiene alto contenido de azúcar, la ilusión tiene el mismo exceso, pero de futuro. Vivir allá, en lugar de aquí. Pensar en mañana, en un mes o en un año y dejar de vivir lo que tienes hoy, esperando que el horizonte esté cada vez más cerca, aunque esté siempre a la misma distancia por más que sigas caminando.
La ilusión es necesaria para los trucos que carecen de magia.
La ilusión no es más que el empaque de la idealización y ésta última contiene altas dosis de utopía. Tan peligroso como suena.
Por eso haz como si se pudiera y no te ilusiones.
Pero no se trata de pedirte que dejes de hacer algo sin proponer una opción a cambio. La opción a tanta ilusión, es emocionarse sin expectativas. Dejar que las cosas sean y mientras, dedicarse a disfrutarlas.