Desde que el hombre ha tenido la necesidad de gobernar a los demás, de demostrar su poder y manejar a las masas a su antojo, lo venimos escuchando.
Desde hace tanto que se han dedicado a hablarnos de todo lo que nos separa, de todo aquello que nos puede dividir. La fórmula parece sencilla, dividir y vencer. Dividir y gobernar que para el caso es casi lo mismo.
Todo lo que cabe en un casi.
Divide y vencerás. Así tal cual, viene en algunos libros, Napoleón la aplicó, los griegos también y de los políticos mejor ni hablamos, porque se ensucia más el texto. Pero ahí está.
Divide y vencerás. Dicen que los griegos pretendían dividir los problemas, para una vez fragmentados, verlos a un tamaño menor y así poder encontrar la solución.
Pero las fórmulas también tienen algunas variables que vale la pena experimentar. Divide y conocerás, porque cuando las personas se rompen, se conocen de manera distinta, vulnerable, en pedazos por separado. En una individualidad fragmentada. Justo como los griegos separaban los problemas.
Y no sé tú, pero me he dado cuenta que todo el tiempo nos la pasamos dividiendo. Tus amigos y los que no lo son, a quien te da la gana llamarle familia y a quien no puedes ni ver. Divides las páginas de un libro, entre las que ya leíste y las que te faltan por leer. Divides entre los momentos que no quieres olvidar y los que, aunque quieras no te dejan en paz. Divide lo que te gusta, de lo que no. Siempre será más rápido elegir lo segundo que lo primero.
Y es que en publicidad pasa lo mismo, si no tienes una marca que polariza, no tienes una marca poderosa. Ahí también estás dividiendo, target y antitarget. A quién le quiero interesar y a quien no me interesa gustarle.
Si no estás contra nada, no tienes una marca poderosa. Sí, en marketing pero es que también existe la marca personal. Y ahora hablamos de postura, pero la de verdad, no la que crees que le estás dando a una marca. Porque tener una postura es estar contra algo, es saber que no puedes ser amigo de todo el mundo. Es saber que los principios no son principios hasta que te cuestan algo, sobre todo dinero. Es tener la firmeza en los pies para poder caminar hacia adelante marcando una senda.
El ejemplo más claro de una división que ha unido a las masas, es precisamente el de una marca.
Nike encontró en Trump la personificación de una causa contra la cual luchar. Si creíamos que el presidente de Estados Unidos no servía para nada, ya nos podemos ir arrepintiendo.
Gino Fisanotti, vicepresidente de la marca en Estados Unidos, le dijo a la cadena deportiva ESPN que “él ha aprovechado el poder del deporte para ayudar a que el mundo avance” porque el mundo es, o por lo menos debería de ser lo único que nos importe.
Luego viene Gillete y lo hace de nuevo. Una variante en la fórmula, lucha por una causa y se unirán los que sean afines a la misma lucha, aunque se terminen separando de los demás. Al parecer es inevitable.
Nos da miedo ser la mayoría que va en contra del poder establecido. Nos da miedo, porque la fantasía de libertad va desapareciendo cuanto más la ejercemos de verdad.
Y porque para mantener una postura primero hay que estar convencido de ella, a tal grado que la llevemos acabo aún cuando nadie nos ve y, en segundo lugar, tener los arrestos bien puestos. Con todo lo que esto implica.
Por eso mejor hablemos de las cosas que nos unen, porque así somos más fuertes, porque así por lo menos nos la pasamos bien del mismo lado. Aunque siempre haya división, porque siempre habrá una causa por la cual luchar. Luchar por estar juntos. Por encontrar lo que nos une. Como si fuera poca cosa.
Por eso ven, que juntos podemos hacerlo mejor.
Por eso ven, seremos.