Cuando lo único que crees tener hecho en la vida, es un nudo, imagino que debe de sentirse un alivio extraordinario cuando alguien jala un extremo con palabras bonitas y con una mirada jala del otro lado y empieza a desenredarlo. Y sentir cómo se deshace eso, genera una sensación extraña. Extraña porque hace mucho no la habías sentido. El aire empieza a circular y las ganas constantes de llorar desaparecen. Esperanza en lugar de frustración. Descanso, el corazón vuelve a palpitar a buen ritmo.
Después de tan mala suerte que has tenido para el amor, por fin llega alguien que te quiere de verdad. Después de tantas caídas llega alguien que te levanta, que te habla bonito hasta cuando te da los buenos días. Después de tanto drama en tu vida, llega alguien con portada de comedia romántica. Esa persona que te hace pensar que esta vez sí, que va de verdad.
Y a ti, que se te da bien creer en el amor a primera vista y querer de tajo, das el sí antes de escuchar la pregunta. Pero eso sí, no es urgencia, es emoción. No es premura, es pasión. No es que no sepas estar contigo, es que estar acompañado siempre es mejor. Hay que aclararlo para evitar errores. Otra vez.
A otro con ese cuento porque éste no te lo crees ni tú.
Una pastilla más para este malestar emocional que no lo cura ni dios. Medicina para el alma y para esta necesidad de querer, pero sobre todo de sentirte querido. De que te abracen porque tú no alcanzas. De descargar esta frustración de ver a los demás acompañados mientras tú sientes que te quedas solo. Más solo. Muy solo. Y que ya te lo ha dicho la familia, ese núcleo de gente que te quiere tan bien, que no deja de decirte que no sales ni en rifa. Que para cuándo el novio, la boda o el hijo.
Y por eso sigues viendo con cara de medicina, a cualquiera que se te acerca, aunque se acerque sólo para preguntarte por una dirección. Gente que termina siendo la solución para ocultar el síntoma, no para curar la enfermedad. Pero es que eso tampoco lo has entendido.
Porque el afecto que buscas, por muy cliché que suene, no está afuera. Ellos te funcionan como placebos, para auto engañarte. Otra vez. Un afecto que funciona como placebo para no tener que estar contigo, salir contigo, enamorarte de ti, amarte e incluso de vez en cuando, hacerte el amor.
El onanismo no es malo, como tampoco lo es la tan satanizada soledad. Dos cosas que dicen que es del diablo y que curiosamente, te hacen sentir en la gloria.
Empieza por romper mitos, por llevarle la contraria a los estándares sociales. A la mierda el status quo. A lo mejor lo que les funcionó a tus padres, no va contigo. Lo que hizo felices a tus hermanos, te jode a ti. Encuentra lo tuyo, que somos comunidad, sí, pero también seres individuales.
Por eso, no es el que desamarra el nudo que traías en la garganta, ni el que convierte en mariposas los gusanos que traes en el estómago, mucho menos el que te dice buenos días con una sonrisa. No, no son ellos, eres tú.
Eres tú quien se debe querer, pero hacerlo de verdad. Abrazarse por las noches hasta quitar las cobijas de golpe porque ya sentiste demasiado calor, darse los buenos días, llevarse el desayuno a la cama como método infalible de seducción.
Quiérete. Quiérete de verdad, de adentro hacia afuera. De carne y hueso. De sueños y pesadillas. Quiérete, como nunca te has querido y no tendrás que pedirle a nadie que te quiera igual.
Quiérete para dejar de buscar que alguien más lo haga por ti.
Porque cuando te quieres bien, todo lo demás llega.
Incluso el amor verdadero, que es y siempre será el propio.