En un mundo en el que cada vez se necesitan más recetas o tutoriales para poder hacer las cosas, era evidente que se necesitaran también los pasos para ser feliz. Si no me crees, revisa cuánto han incrementado las ventas de libros de autoayuda en los últimos dos años.
Por eso me dio por escribir estas, para que te ahorres más páginas de las que debería uno leer sobre esto.
Primero, tú.
Siempre, ante todo, pero sobre todo ante todos. Mientras menos expectativas trates de llenar en los demás, más cerca estarás de deshacerte de las propias y empezar a ser cada vez más tú. No sé si eso te acerque a la tan prometida felicidad, pero sí te alejará del lastre de tener que llenarle el ojo a quien crees que te observa expectante.
La felicidad, como todas las cosas propias, tienes que cargarla tú. Si se la encargas a alguien más, empiezas a depender de esa persona y si dependes de otro para ser feliz, habrá muerto una parte de ti que no notarás hasta que el olor de la podredumbre la eche de cabeza.
Date cuenta.
Si te levantas en las mañanas y al verte en el espejo, logras ver sonreír a ese tú de ocho años, estarás tan cerca de tu objetivo que se te olvidará que lo estabas buscando.
No fuerces la risa si algo no te da gracia. No te muevas si no sientes la música.
Eso sí, baila, aunque creas no saber cómo hacerlo. Disfruta sin contar los pasos, intentar seguir el ritmo o aprenderte todas las vueltas. Me han contado que esto también aplica para la pista de baile.
Toma consciencia de que la felicidad absoluta no existe, como mucho, tendrás momentos de alegría, pero la felicidad, no. Eso es un invento para que compres cosas que llenen tus vacíos existenciales. La gente triste, consume. La gente feliz, no.
La búsqueda constante de la felicidad, es de lo más deprimente.
A mí lo que me pasa con la felicidad es que siento que es un concepto demasiado grande, por lo tanto, no creo en él. Prefiero pensar que la vida está llena de momentos de alegría, que es algo mucho más sustancioso y eso me ha hecho vivirla con una sonrisa en la cara la mayor parte del tiempo.
El famoso, es que no sé por dónde empezar, es el peor de los pretextos. No lo utilices. Haz lo que quieras y empieza por donde se te ocurra. Las instrucciones sólo son para los muebles de Ikea y a veces, ni esas leemos.
Y por último, no sigas las instrucciones.
Mucho menos estas.